viernes, 13 de abril de 2012

Como a una reina

- Niña, te voy a tratar como a una reina... ¿Por qué me miras así? 
- Porque no te enteras. Mira que llevamos tiempo mareando la perdiz...
- Pero si os morís de ganas de que os traten como a una reina...
- ¿Cómo a que reina? ¿Cómo a la de Suecia o a la nuestra poniéndonos los cuernos? O si quieres, retrocedemos en el tiempo y recordamos, entre otras, a Catalina de Aragón, Anna Bolena...
- ¡¡Qué exagerada eres!!
- No, sólo que quiero que me trates como a una mujer. Ni que me trates como a una reina, ni que me pongas en un altar como a una virgen, ni que me trates como a una cría, aunque a veces me comporte como tal al igual que tú. Solo soy una puñetera mujer, con sus defectos, que buscaba ser tu compañera...
- ¿Buscabas?
- Sí... Sabes que valoro la coherencia, aunque me jodan sus resultados. Y ahora, tengo que ser coherente. Estoy cansada. Te quiero pero no aguanto más. Me he cansado de que hoy me quieras hasta ahogarme; mañana, es como si no existiera y pasado, como si nada hubiera pasado. Pensé que teníamos que acompasar ritmos y acoplar manías, como hacen todas las parejas y que si esperaba, todo rodaría bien. Pero no va, y no quiero depositar ni más tiempo ni más esfuerzo en esto.
- ¿Estás rompiendo conmigo?
- Mmm... Sí.
- ¡Pero si me quieres!
- Precisamente porque te quiero y sobre todo, porque me quiero más a mí misma.

2 comentarios:

Turulato dijo...

¡Cómo, cómo, cómo me ha costado asumir lo que subyace en tus palabras!. Esta misma mañana lo comentaba. Hablaré de mí, aunque creo que es algo común en nosotros.

A estas alturas tengo claro que el hombre no suele ser emocionalmente muy sólido. Eso le lleva a asegurarse la convivencia femenina mediante la adulación primero y el soborno después, aunque puestos ambos en práctica sin finura. Tanto que solo la mujer que acepta el engaño se lo cree.

Nuestro acercamiento es adulador y nuestra convivencia un ejercicio de sobornos variados. Para comprobar la adulación, que al cabo se convierte en humo, solo hay que escuchar en la calle las palabras de cualquier conquistador en activo. Y para el soborno recordar esa retahíla de frases con las que justificamos nuestra poca implicación en la convivencia de pareja.

Solo el hombre y la mujer que se sientan mutuamente iguales se volcarán el uno en el otro y actuarán libremente.

Anónimo dijo...

Muy pocas consiguen desengancharse emocionalmente de un merluzo ,a los hombres les cuesta mucho menos ,pero nosotras siempre esta mos esperando que cambie algún día, y así pueden pasar años !!
MER.