sábado, 17 de marzo de 2012

Insomnio por el japonés (otra vez)

Me duermo casi sin darme cuenta pero un par de horas después, me despierto con dolor de cabeza. Hoy, como novedad de la semana, llorando. ¿Cuánto hacía que no lloraba? Desde la última crisis del japonés. ¡Cómo odio no ser yo quién controle lo que me afecta o no hasta el punto de hacerme llorar! Pero nuestra "alma" sólo es una combinación de sustancias químicas y las mías están a por uvas.

Durante un buen rato, me quedo en la cama inmóvil para ver si logro volver a dormirme, pero nada. Así que cojo el móvil y trasteo un rato por internet. Un error. No porque no vaya a volver a dormirme, sino porque no debería leer ciertas cosas sabiendo que estoy con el japo a tope y que seguramente no sea objetiva. Duele hasta las lágrimas ver la poca valoración que le dan a tu trabajo o el poco aprecio que demuestran aquellos a quién quieres.
Una parte de mí se siente tentada a contestar con una bordería o intentar aclararlo con palabras, pero ninguno de los dos métodos va a hacer que me sienta mejor, sólo sería un alivio efímero.

Así que entran unas ganas enormes de ir a la cocina a por el bote de Nocilla de mis sobrinos y calmar la ansiedad y la tristeza con eso. No lo hago.
No por falta de ganas ni por el temor a vomitar, sino porque no voy a lograr calmar la ansiedad más que sólo unos momentos y por la mañana, le añadiría la culpabilidad causada por haber hecho lo que no debo.

Miro el techo y lloro. Digo yo que cuando la medicación haga su efecto y pase la crisis, pararé de llorar. O no. Tampoco es algo que me quite el sueño. ¡Ah, no! Que sí, que sí que lo hace. Me río quedo ante el pensamiento (es lo que tienen estas crisis, que pasas de María Magdalena a descojonarte por cualquier tontería).

Sigo dándole vueltas a las palabras que he leído en internet y me siento cada vez más tentada a mandar un mensaje y decir lo que me ha dolido. Pero, ¿para qué? No voy a dejar de sentir el dolor y dudo mucho de que vaya a cambiar la situación. Además, ahora no me siento capacitada para evaluar si es o no una percepción errónea por el japonés y antes de meter la pata con alguien a quién quiero, prefiero callarme.

En fin, que cansada de mirar al techo (y llorar) y comerme la cabeza (y llorar), me enchufo una pastilla a deshoras y mientras espero a que me haga efecto, cojo un juego tonto del móvil para ver si así no pienso en nada.

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