miércoles, 14 de diciembre de 2011

Observando

Este mediodía he comido con un compañero del sector en un comedero, que llamarlo restaurante le queda grande, dónde servían comida japonesa. La comida en sí bastante normalita, aunque he comprobado que me sienta bien el Goma wakame y la sopa de miso. Lo mejor ha sido la compañía, las risas y el poder observar a mis congéneres.

La semana pasada, en un restaurante madrileño, mientras observábamos a las dos parejas de la mesa frente a la nuestra, la versión guapa y española de Cary Grant me hablaba de la prostitución. No se refería a las prostitutas de la calle o de un club de carretera, que formas y motivos para prostituirse hay muchos. Este mediodía me he fijado en una pareja que había frente a nosotros y me he acordado de esa conversación.

Ambos alemanes. Ella una tiarrona grande, de melena larga teñida, aspecto serio, de caderas y pechos generosos, que me ha hecho sentir una canija. Ya no cumplía los cincuenta y aparentaba tener un nivel adquisitivo medio alto.
Él, un mulato mucho más joven que ella, más bajo que ella, más bien feucho (según mi punto de vista) y que vestía parecido al mendigo que había a unos metros de la puerta. Sólo que sus ropas eran todas de marca y daban ese toque cutre-chic que le gusta a alguna gente y que a mí no me gusta nada.

Como no entiendo alemán, no sé de que hablaban pero por su lenguaje corporal y su tono, parecía que estaban teniendo una riña de "enamorados", como si ella le reprochase algo. Cierto es que él ha estado coqueteando con cuánta fémina había en el local (la camarera y yo), sin ningún disimulo, lanzando miraditas. Tan descaradamente que mi acompañante se ha puesto celosillo.
A él parecía importarle bien poco los sentimientos de ella y estaba más interesado en el tablet recién comprado (la caja estaba abierta sobre la mesa y había una bolsa de un conocido centro comercial).

En un momento dado, él ha salido del restaurante y ella se ha puesto a llorar. Al regresar, la ha cogido por la cintura y le ha dado un abrazo totalmente frío, como si estuviera abrazando a una merluza.

Quizás me he dejado llevar por algún prejuicio, pero he tenido la sensación de que él estaba con ella por dinero, aprovechándose de la soledad que emanaba por cada uno de sus poros. Y ella, aunque sabe que lo tiene amarrado por la pasta, quiere creer que lo que él siente es verdad y aguanta ese trato por unas migajas de cariño.

Al verles irse y recordando esa conversación, me he quedado con la duda de cuál es la prostituta de los dos.

1 comentario:

Turulato dijo...

Según pasan los días siento menos ganas cada vez de exponer mis ideas. Lo pensaba según leía. Quien discurra de manera parecida no necesita mis explicaciones y quien no, no las quiere ver ni en pintura. Y creo que tus palabras me dan pie para aclararlo..

¿Qué es una puta?. Porque lo habitual es calificar así a una mujer, como si los hombres fuésemos puros y santos. Pero vale, como sirve para mi propósito, me basaré en el puterío femenino.

Lo común y corriente es adjudicar tal título a quien deja que otro use sexualmente su cuerpo a cambio de dinero. ¿Suficiente?. No... Hay muchísimos ejemplos de personas así que socialmente se consideran decentes.

Veamos.. Deja que otros usen sexualmente su cuerpo a cambio de dinero. Es decir; la cuestión reside socialmente en que no siempre te use el mismo. Cuantos más, mejor y si lo hacen a la vez, un putón.

Pero siempre he pensado que cuando calificamos la moralidad de alguien tratamos de calidad y no de cantidad. Para poner un ejemplo: se es asesino no a partir de cargarse a cierto número de personas, sino por el mero hecho de quitar la vida en ciertas circunstancias.

Como mantiene una amiga, nuestro pensamiento es social y eso implica huir de la verdad en beneficio de la cohesión social. Una mujer que se casa sin amor, para obtener prestigio social, o mejorar su economía, está vendiendo su cuerpo y su trato. Socialmente será correcto, pero moralmente no.