jueves, 21 de abril de 2011

Desahogo

Llevo varios días muy cansada. Se han juntado varios factores y me noto al límite de mis energías. Curiosamente, me cuesta dormir y estoy haciéndolo muy pocas horas diarias. Ya he comentado en alguna otra ocasión, que soy como los niños pequeños. No duermo y estoy con el diente torcido.

Así que como sé que estoy así procuro no hablar mucho de nada importante, porque así evito discusiones y el hacer daño a otros, que pueda generar mi susceptibilidad. No siempre lo logro y quién me conoce y me aguanta, me sufre (Nunca les agradeceré lo suficiente su paciencia al soportar mis petardeces).

Me resulta complicado cerrar el pico cuando veo algo que no considero justo o correcto, pero esta vez, puede más la sensatez. Quizás por eso, me estoy desahogando por aquí.

Hay algo que me enerva y me tensa casi de inmediato: los aduladores. Esas personas que sin apenas conocerme empiezan a cantar mis virtudes (que son más bien pocas) provocan que desconfíe de ellas. Si se juntan varios, en plan adoración casi mesiánica, me entran ganas, a partes iguales, de salir corriendo lejos de la secta o liarme a repartir collejas.
Así que cuando me encuentro con un grupo de ellos, no me siento precisamente cómoda.

En un ambiente que frecuento, me he encontrado un grupo de aduladores. Seguramente sea más sensato, congraciarse siempre con el "líder" (en este caso, el que manda, pero que desde mi punto de vista, no lidera) y mi forma de pensar, además de anacrónica, sea peligrosa para mi tranquilidad. Me importa un pito.
Me parece ridículo y peligroso observar como casi besan el suelo por dónde camina por haber hecho su trabajo rutinario (un trabajo por el que, por cierto, le pagan). Tiene tintes de secta. No ha cometido ninguna heroicidad, simplemente cumple con su obligación. Ya está. Es como si mi padre me hiciera la ola cada vez que llego a la oficina...

Cuando pensaba que ya había aguantado y visto demasiadas tonterías en ese ambiente, un miembro de la especie humana volvió a sorprenderme y no gratamente. Y es que presenciar berrinches en plan "pues ahora me enfado, no respiro y no os ajunto" en personas de mi edad me resulta bochornoso. ¡Lo que me ha costado morderme la lengua y no saltar y darle motivos para que se enfadase de verdad!

He pensado que quizás he exagerado todo por el cansancio del que hablaba antes, pero no soy la única que ha visto lo mismo.
Ahora me encuentro en una encrucijada: soy sensata, me trago la bilis que me provocan y me callo. O bien, hago lo que me pide el cuerpo y les hago ver lo rídiculo de su actitud, sabiendo que me voy a ganar unas cuántas enemistades y a incrementar mi fama de rebelde y elemento subversivo.

Lo consultaré con la almohada. Si logro dormir...

1 comentario:

Fran dijo...

Sé sensata y mantente callada, aunque te cueste y te lleven los demonios.
No vas a hacer cambiar la opinión a la masa y encima, como dices, te vas a ganar enemistades nuevas, que sabes que pueden hacerte daño en algo que te importa.