martes, 29 de septiembre de 2009

Batiburrillo

Hace no mucho, alguien me dijo que yo era muy inteligente, pero que peco de ingenua al creer que las personas con las que interactúo también son inteligentes. Un par de días después, otra persona me volvió a llamar ingenua, porque espero de los demás una nobleza de carácter que no siempre tienen. Otra persona dice que hay candor en mi mirada.

Hace unos años, medio broma, medio en serio, dos personas que supuestamente me conocían y me querían dijeron que yo era una persona orgullosa, cabezota y rencorosa.
Cierto es que cabezota y orgullosa lo puedo ser en exceso en muchas ocasiones, pero nunca he sido una persona rencorosa. Al menos, no con otros. Creo que el problema estriba en que tengo muy buena memoria y no olvido las cosas, pero eso no es rencor. Si tengo un problema con alguien y se soluciona, lo archivo y paso página. Si no se soluciona y hubo cariño, me siento dolida, pero no siento rencor por esa pesona. Y si no hubo cariño, ni dolor ni rencor ni gaitas. Sólo indiferencia.

Estos días de conflicto, he pensado en esto. Y en el odio. A veces puede parecer que no, porque soy algo chula y cafre, pero no me gustan ni los conflictos ni la violencia. Me asquean, aunque haya una parte animal que se quede contemplando.

Hace no mucho hablaba con Fran del odio. Me preguntó si odiaba a alguien y le dije que no. En su momento odié profundamente a una persona por el daño que me hizo y cuyas consecuencias sigo pagando, pero el odio, como el Amor, exige que se alimente, que se cuide. Y alimentar ese odio, hacía que yo me agostase. Así que se me murió.

En alguna ocasión me he dejado llevar por el miedo transformado en odio y violencia. Procuro perdonármelo, pero por más que hayan pasado los años, aún me cuesta y se me pone un nudo en el estómago.
Cuando vuelvo a encontrarme en una situación similar de conflicto y violencia, física o verbal, afloran esos recuerdos. Quizás por eso es mi "nobleza de carácter" o el "fair play". Porque no quiero tener que perdonarme más cosas.

Esta mañana, una de las personas con las que he tenido el conflicto y que supuestamente se ha solucionado, me ha atacado. Mi primera reacción ha sido la sorpresa. Si está solucionado, está solucionado, ¿no?
Después, me he parado a pensar y ha llegado el entendimiento. Está dolido y desconfía. Se defiende.
Ahora, siento tristeza. Porque aunque a mí me puede hacer daño que me ataque, sólo se hará daño a sí mismo. Somos la primera víctima de nuestro odio y me apena que alguien a quién aprecio, esté así. Y que yo haya tenido algo que ver.

4 comentarios:

Turulato dijo...

Excelente análisis. Realidad pura. Utilízalo. Persiste.

Fran dijo...

Creo que esa inocencia, mezclada con ciertas dosis de desconfianza, es una de las cosas que más te caracteriza.
¿Me dirás algún día quién era esa persona a la que odiabas y el motivo? Me dejaste descolocado cuando me dijiste que no era quién yo creía.

Silvia dijo...

Fran, no te lo diré. Es una herida en la que no tengo ningún interés en hurgar.
En contra de lo que él u otras personas se piensen, yo a Manu no le he odiado nunca.

Unknown dijo...

Yo creo que no se podría decir mejor, somos la primera victima de nuestro odio hacia alguien...
gracias! siempre me haces pensar.