domingo, 26 de octubre de 2008

Silbando a las estrellas (4)

Tenía la cabeza embotada por los medicamentos y le dolían las costillas y el brazo derecho. Hasta sus fosas nasales llegaba el olor punzante a antiséptico y a yodo. Con lentitud, abrió los ojos. La luz del fluorescente y las paredes blancas le daban a todo un aire fantasmal. Giró la cabeza, mareado y vio frente a sí unos ojos azules familiares, que le miraban con ternura y preocupación.

- Hola Miguel. Me has dado un susto de muerte - Iria se inclinó hacia él, le dio un beso en la frente y se sentó a su lado, cogiéndole la mano - ¡Me alegra tanto saberte bien! - la joven apretó un poco más su caricia - Los médicos dicen que te pondrás bien pronto, sólo tienes roto el brazo y una costilla y una ligera conmoción. Han avisado a tu padre y a tu abuelo y vienen de camino.

Iria le sonreía sin dejar de acariciar su mano. Se inclinó hacia él y retiró un mechón que le caía sobre la frente.

- ¿No podías haber avisado de tu llegada de otra manera en vez de estrellarte contra ese poste de teléfonos? Con lo fácil que hubiera sido que silbaras…

- La gente crece, Iria y los juegos infantiles se quedan ahí, en la infancia – su tono era duro y cortante y vio como la expresión de su amiga cambiaba y la sonrisa desaparecía de su rostro al escucharle - Te agradezco que hayas venido, pero será mejor que descanse. Vete, por favor.

Cerró los ojos, no queriendo enfrentarse a la mirada de su amiga. Ella se quedó en silencio, mirándole sin soltar su mano. Al cabo de unos minutos, notó como ella soltaba su mano. Escuchó como musitaba un adiós y sus pasos alejarse hacia la puerta.
Entreabrió los ojos para ver como su amiga salía de la habitación, cabizbaja.
¿Por qué actuaba así? Le alegraba ver a su amiga, pero recordaba al chico moreno y sentía celos. Unos celos estúpidos que habían provocado su accidente. ¿Qué le hacía creer que Iria era de su propiedad?. Quiso llamarla y pedirle perdón, pero estaba demasiado mareado y sólo le salió un hilo de voz apenas perceptible. Otra vez perdía a su amiga sin hacer nada por evitarlo.

Dejó caer la cabeza sobre la almohada y se dejó vencer por la somnolencia de los medicamentos, para caer en un sueño intranquilo.

1 comentario:

Fran dijo...

Ya lo decía yo la otra vez. Este Miguel es un capullo.
Voy a seguir leyendo...