viernes, 3 de febrero de 2006

De risa

En un post de hace unos días, dije que estaba de muy buen humor y que me resultaba muy fácil sonreír o reírme a carcajadas.

Una de las cosas que más atractivas me resultan en una persona es su sonrisa. No tiene porque ser especialmente bonita, pues no todos tenemos los labios de Angelina Jolie o una dentadura ”profidén”, pero tiene que transmitirme algo. Y para ver ese algo, tengo que mirar a los ojos de la persona que sonríe. Si sus ojos no me “sonríen” no me creo la mueca que dibujan sus labios y ya puedo tener ante mi la boca más bella de este planeta, que pasaré. Y con las risas me pasa tres cuartos de lo mismo. Me gustan esas risas que salen de la boca del estómago y que usan todo el cuerpo para reírse y que acaban siendo contagiosas.

Y si hay una sonrisa (o una risa) que para mí tenga un valor especial es la de los niños pequeños. Sí, ya sé que es muy típico, pero es algo que siempre me ha reconfortado, aunque estuviera metida en el agujero más profundo. Y el que alguien le robe esa sonrisa a los niños, es la muestra de que les han robado su inocencia y es algo que me cabrea y que hace que salga una parte de mí que ya me ha costado algún problema en el pasado. Pero bueno, volvamos a cosas más ligeras que se me solivianta la “bestia” :
Unas de las cosas que más disfruto últimamente es reírme con mi sobrina Ainhoa. Comienzo a jugar con ella y a reírme y llega un momento en que ella te mira con esos ojazos brillantes y se une a mi risa. Y cuánto más la veo reírse, más me río yo, y nos vamos alimentando cada una de la risa de la otra hasta que solemos acabar con una guerra de cosquillas.

Mientras escribo esto, estoy recordando algunos grandes ataques de risa que he tenido.
Me he reído mucho y con mucha gente, pero en gran parte de esos grandes ataques de risa estaba Txiqui implicado. Aunque ahora no nos veamos como antes y hayamos tenido nuestras diferencias, siempre que hablamos, acabamos riendo. Yo que no me gusto en las fotos (agoté mi fotogenia en la primera comunión), tengo con especial cariño una en la que estamos ambos riéndonos en su casa (ese día fue uno de esos grandes ataques) y en la que me gusto porque sé que en ese momento éramos muy felices..

Por cierto, al pensar en Txiqui, me he acordado de cuando te da un ataque de risa y no puedes reírte en condiciones porque no es el momento. Normalmente suelo aguantarme sin que me cueste demasiado, pero ha habido dos ocasiones en las que he tenido que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad (y de cierta ayuda divina) para no soltar una carcajada a destiempo.

La primera fue, como no, con Txiqui. Un año, por Reyes, fuimos varios amigos a verle a casa de su familia y nos invitaron a comernos el roscón con ellos. Estábamos disfrutando de la tarde cuando vino de visita un cura que conocían y se sentó con nosotros.
Primero fue el tabaco. No se había traído y le metía unos viajes a nuestros paquetes de impresión. Y eso que decía que fumaba poco!!.. Después fue la copa. “Nada de anís que eso es para las monjitas, tú trae orujo” dijo el buen hombre. La verdad es que a mí el cura empezaba a recordarme al de “La escopeta nacional” de Berlanga, aunque sin boina. Mientras seguía dándole al orujo y a nuestro tabaco empezó a charlar con nosotros. Yo estaba sentada entre Txiqui y su padre y preguntó Tú quién eres, ¿la novia del chico? Txiqui y yo le explicamos que éramos sólo amigos (cosa que aunque cierta, él parecía no creerse) y cuando me preguntó mi nombre, saltó “Anda, yo tuve de mozo una novia que se llamaba Silvia” (dichosa casualidad) y a divagar sobre ella, aunque no recuerdo lo que dijo. Lo que sí que recuerdo es que le oí a David decir algo así “como se lo montaría con ella en el pajar”, cosa que sólo parecimos oír los amigos y empezamos a sonreír. Yo sabía que como les mirara mucho, iba a empezar a reírme así que miré al plato mientras me comía el roscón. Y entonces llegó el acabóse.
El buen hombre le dice a Txiqui “¿Y tú te llamabas?. “Paco, como mi padre” contesta Txiqui y saltó el cura “Qué coño como tú padre, Paco como el caudillo”.
Yo me quedé a cuadros. Me parecía que en cualquier momento iba a aparecer Luis Escobar y cada vez me costaba aguantar más la risa. Sé que al resto de mis amigos le pasaba lo mismo, aunque volví a fijar la vista en el plato para no mirarles y así hasta que se fue el buen hombre. Lo pasé fatal porque estaba en una casa ajena y la verdad es que el padre de Txiqui imponía.

La segunda vez, fue en noviembre pasado, en un viaje. Estábamos cenando y el político de turno dándonos un discurso. En un momento, dijo algo totalmente inocente para el resto, pero que tenía que ver con algo que habíamos bromeado la noche anterior. Yo pensé que era la única que le había sacado punta al asunto, pero al mirar a Ciara y a Chano, supe que los tres habíamos pensado en lo mismo. Y ese conocimiento y la sonrisa en sus caras encendieron la mecha. El político seguía con su discurso (insistiendo en lo que tanta gracia nos hizo) y yo, para evitar reírme, vuelta a mirar a un plato. Como eso no funcionaba, porque les oía reírse por lo bajo, apreté los puños, clavándome las uñas en las palmas y ni por esas. Yo notaba como me estaba riendo con el cuerpo y como las lágrimas, me caían a raudales por las mejillas. Mientras rezaba porque acabara ya con el discurso, me mordía el puño para no reírme. Cuando ya pensé que no podía más, acabó el político y tras los aplausos de rigor, toda nuestra mesa estalló en carcajadas. Hasta el camarero, que había visto nuestro “sufrimiento”, se reía.

Dicen que reírse alarga la vida, cosa de lo que no estoy segura, pero de lo que sí lo estoy es que la endulza y la hace más llevadera. Una sonrisa abre muchas puertas y reconforta cuando uno lo necesita.

Así que, sonría, por favor. Tiene efectos beneficiosos para su salud y para la de los que le rodean.



3 comentarios:

Turulato dijo...

¡Qué razón tienes con la risa!.
Y el cura, delicioso.

Anónimo dijo...

Deliciosa la anécdota del cura, que como muy bien dices parecía sacado de la película que mencionas.
Me quedo con la maravillosa sonrisa de la niña, que imagino debe ser tu sobrinilla...
Bicos.

Silvia dijo...

Hola muralla, bienvenida.
La verdad es que ese viaje fue muy "cinematográfico", porque al día siguiente nos pasó otra cosa que parecía sacada de "Amanece que no es poco".
Y sí, la sonrisa es de Ainhoa.
Bicos