jueves, 16 de febrero de 2006

Belicosa

A raíz del anterior post y de otro reencuentro que tuve hoy, recordé que cuando era pequeña, me metí en muchas peleas.
Era una niña bastante tranquila, a la que le gustaba mucho leer un libro, jugar con sus cliks de playmóbil o con el resto de la chiquillería del bloque. También me gustaba sentarme a escuchar a mis abuelos contar batallitas o simplemente, ver la tele con ellos (si yo veo ocasionalmente una corrida de toros por la tele, es porque es una de las cosas que solia ver con mi abuelo Miguel, que era un gran aficionado). Pero mi problema es que siempre he tenido un pronto muy fuerte (que he ido apaciguando con los años) que sale ante las cosas que me molestan. Y entre esas cosas que me molestan, están los abusones o que hagan daño a los "míos".
Me tiré desde párvulos hasta quinto de E.G.B. zurrándome casi todos los días con un niño que siempre se metía con las niñas y claro, éstas recurrían a mí para que las defendiera (era de las más altas de la clase). En sexto, debió de descubrir que era más divertido llevarse bien con las chicas y se acabaron las peleas.
Luego estaban las peleas "institucionales". Aunque nos pegáramos entre las distintas clases de mi colegio, nos uníamos todos cuando venían a pegarnos los de otro cole. (Después, si nos quedaban ganas, volvíamos a las andadas). Ah, se solían "firmar treguas" entre colegios, cuando venían a pegarnos los del barrio de al lado, que entonces, íbamos todos los colegios juntos a por ellos. Me acordé de esto al ver la pelea de patio de colegio que tuvieron ayer en el Congreso y pensé que éramos más sensatos nosotros con ocho o diez años que PP y PSOE.
Y la otra pelea que recordé, fue a raíz de reencontrarme con una de las chicas con las que me zurré (una de las peleas más serias en las que me metí). Tendría yo doce o trece años, eran las fiestas de mi barrio y estaba en los coches de choque con mis hermanas. Y en esos mismos coches de choque, había un grupo de tres o cuatro gitanas que lo que hacían era ir todas a por un coche, para que el propietario, cansado de recibir estopa por todos los lados, dejara el coche y quedarse ellas con él por la cara. Y mis hermanas y yo fuimos uno de sus objetivos, con tan mala fortuna, que hicieron daño a mi hermana Noelia y comenzó a llorar. Y yo que ya estaba mosca, fue ver llorar a mi hermana y se me cruzaron los cables. Sí, bajé del coche, pero para cruzar toda la pista e irme a por una de las gitanas, sacarle por los pelos del coche y liarme a guantazos hasta que no le pidiera perdón a mi hermana. Y claro, vinieron las otras gitanas a canearme. Y yo cobré (y mucho), pero ellas se fueron calentitas a casa, porque mientras ellas me arañaban o me tiraban del pelo (como peleaban las niñas), yo pegaba puñetazos (que a base de pegarse con los chicos, espabilas) y bocados (otra de mis rivales tiene aún una marca de uno de mis bocados y se lo arreé hace veinticinco años). Al final, nos separaron los feriantes, mientras las gitanas me amenazaban con que iba a venir toda su familia y "me iban a rajar". Al final, no pasó nada y hoy ni siquiera me reconoció.
Me alejé sonriendo de ella y en un gesto inconsciente, me toqué una cicatriz que tengo en la barbilla, consecuencia indirecta de una pelea.
¡Pero que cafres éramos! Y a la vez tan inocentes...

3 comentarios:

pedazodecaos dijo...

más de una vez me quedo yo con ganas de dar un buen guantazo a alguien... pero me corto. Que lástima haber perdido la infancia, con las tortas tan buenas que yo metía...

Turulato dijo...

¡Estos comentarios están empezando a gustarme mucho!. A gustarme no; he escrito mucho. ¿...?
Soy un provocador; en ocasiones demasiado. Pero no soy malo; ¡qué va!. Lo que ocurre es que hace tiempo que llegué a la conclusión de que provocar es el camino más rápido para lograr que las personas se abran, se comporten como son en realidad, y utilicen sus recursos al máximo.
Hay ocasiones en que se puede decir: "Vengo a provocar"; depende del "cocido" humano que tenga aquel a quien te diriges.
Hay que comenzar suave, pues lo que nunca se puede hacer es ofender; una pequeña banderilla para que dé lo mejor de sí, está bien. Pero se trabaja sobre hechos, opiniones...; nunca sobre la persona en si.

Me he perdido.. ¿Qué estaba diciendo?. Ah, ya. Que el mayor placer de un provocador profesional es aprender del provocado. Esa es la auténtica meta. ¡No, grandes cosas o muy importantes no!; pequeñitas, sencillas.. Aprender; maravilloso.

Y heteme aquí que en el artículo anterior me ha ocurrido.

En cuanto a este.. Es usted peligrosa. Mucho. Fíjate:
* Eres una chica
* Sabes pegar puñetazos -eso nunca se olvida-
* Sí estás apurada, nada como un buen mordisco
* No eres clasista
* Lo que aprendes modula tu manera de ser
* ¡Y lo más de lo más!. Veneno puro; sonríes al recordar..

¡Esta juventud..!

Silvia dijo...

Pedazodecaos, yo hay ocasiones en las que también echo de menos dar un buen guantazo (esta mañana viví una de esas ocasiones), pero me conformo con imaginarlo.
Don Turulato, por lo menos espero haber dado buena faena, ya que entré al trapo sin darme cuenta.
De todas formas, me gusta recoger los guantes que me lanzan, si el lanzador demuestra su hidalguía. Y creo que de eso, va usted sobrado.
¿Y para qué voy a llorar al recordar? Claro que hay recuerdos que duelen, pero si has aprendido algo y te has sobrepuesto, hay motivos para una sonrisa.
Un abrazo y le reto a provocarme cuando quiera