jueves, 3 de marzo de 2005

Paula

Ayer murió mi vecina. No me apené, pues era una mala persona. Pero me acordé de porque empezó a caerme tan mal...y fue a raíz de la muerte de Paula.

Paula era la nieta de otra de mis vecinas y cuando éramos niñas, me gustaba jugar con ella o leerle algún cuento. Lo que siempre recordaré de ella, son sus ojos.
Paula tenía los ojos más dulces que he visto en mi vida. A pesar del dolor y las molestias que le causaba su gigantismo y que la obligaban a pasar casi todo el día sentada en un silla de ruedas, siempre procuraba sonreír. Pasábamos buenos ratos cuando venía a ver a su abuela hasta que los médicos decidieron que había que operarla para reducirle los huesos y que intentara llevar una vida como el resto de los niños. Desafortunadamente, no salió del quirófano.

Recuerdo la llorera que nos dió a todo el bloque, bueno a todos menos, a mi vecina (lo que la grangeó el odio de toda la chiquillería y de algún adulto). También recuerdo la discusión con mis padres (yo no tenía ni 10 años) porque me empeñé en ir al entierro de Paula, cosa que al final conseguí. Y en qué hora...sólo con ver el ataúd, me dió tal berrinche que mi padre me tuvo que sacar de ahí. Años más tarde, me enteré que estaba enterrada con el "pin y pon" y el "clik" que le había regalado dos días antes....quizás fuera para que algún día volviéramos a jugar.

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