jueves, 2 de diciembre de 2004

Otoño

Faltan solo un par de semanas para que el otoño llegue a su fin y decaiga poco a poco su esplendor.
Acabo de regresar de tomar un café y daba gusto pasear por mi barrio. Las hojas amarillas alfombraban el suelo de la plaza y algunas bailaban mecidas por el viento, el olor a tierra mojada por la lluvia que acababa de cesar...
Un niño, que no tendría ni dos años, intentaba coger inútilmente una de esas hojas bailarinas, gritando y riéndose hasta que ha descubierto una nueva diversión: un charco. Se ha puesto a dar saltos, salpicando agua por todos lados, mientras su madre, ocupada charlando con una vecina, le regañaba sin demasiado ahínco. Y cuando me he acercado a él, de regreso a mi oficina, ganas me han dado de unirme a él en sus juegos al ver esa sonrisa que tenía de oreja a oreja.
Ahora comienza a llover de nuevo y da gusto mirar la calle. Parece que la lluvia va limpiando poco a poco la contaminación y dando un nuevo brillo a las cosas.

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