miércoles, 24 de noviembre de 2004

Túnez

Esta fue la última etapa del crucero antes de regresar a Valencia y la que menos me gustó de todas.
Llegamos por la mañana prontito (¿por qué madrugo más en vacaciones que en mi día a día?) y nos recibió un cielo gris.
Nuestro primer destino fue el pueblecito de Sidi Bou Said, un bello pueblo medieval de paredes encaladas y celosías persianas azules, desde el que se disfruta de una bella vista del golfo de Túnez. Subimos por una de las calles principales, flanqueada a ambos lados por vendedores que nos cantaban las excelencias de sus productos, y nos fuimos a una tetería a degustar un buenísimo té con piñones. A mí no me agradan demasiado las infusiones pero reconozco que tanto el té a la menta como el té con piñones me encantan.
Ya con las pilas cargadas por el té y por un paseo, tocaron las compras y el regateo. Cuando empezaba a viajar, recuerdo que me daba apuro regatear en puestos callejeros y no digamos en tiendas, pero con el paso de los años, le he ido cogiendo el truco al asunto, aunque no me gusta demasiado. Y en Túnez, como en otros países árabes, fue horrible. Te cogían del brazo para que entraras a las tiendas, te seguían intentando que compraras, te piropeaban, fingían enfado...una amplia gama de emociones humanas. La verdad es que yo no quería comprar, pero no pude resistirme a un tambor para mi sobrina (una preciosidad de 15 meses que se lo pasa genial haciendo ruido).
Salimos de Sidi Bou Said y nos dirigimos a las ruinas de Cartago. Allí estuvimos media hora (una amiga me dijo que con diez minutos habría bastado), pero me hubiera gustado estar más tiempo. Me gusta pasear tranquilamente por ruinas y monumentos, intentando impregnarme del ambiente, cerrar los ojos e imaginar a los que allí habitaban, cómo vivían, como sentían, que les hacía reir...es mi forma de disfrutar de la historia.
Después de Cartago, le tocaba el turno a Túnez. Yo esperaba que nos explicaran más de la ciudad, algo de historia del país, pero no, nos llevaron directamente a la Medina, nos subieron al tejado de una tienda, nos explicaron la diferencia entre los minaretes de dos mezquitas cercanas (el trazado de su base indicaba a que secta dentro del Islam pertenecía la mezquita) y nos dejaron casi dos horas para hacer compras. Y de nuevo, los agarrones, gritos, enfados fingidos, piropos...No todo fue negativo, queda en mi memoria el recuerdo de algunos olores maravillosos.
Es muy frecuente dejar el sentido del olfato un poco de lado en nuestros recuerdos y en nuestra vida cotidiana. Para mí el sentido del olfato es muy importante (me encantan los perfumes y escojo el que llevo cada día según mi estado de ánimo) y de Túnez recuerdo el olor resfrecante de la menta, el acre del té, el dulzón de los pasteles, el perfume de jazmín y sobre todo, el de las especias como el comino, el azafrán, la alcaravea...
Tras las compras, regreso al barco a descansar para afrontar la última noche de fiesta a bordo.
No quería acabar esta serie de post sobre el crucero sin dar una pequeña recomendación sobre las excursiones. En el barco son caras, pero buscando un poquito de información antes de ir y si nos solemos manejar bien, se pueden hacer por tu cuenta. Para Niza o Mónaco, si se para en Villefranche, se puede ir en tren de cercanías o autobús (las estaciones están a 10 minutos a pie del puerto y te puedes ahorrar unos 25 euros por persona); para ir a Roma desde Civitavecchia, hay autobuses (aunque si uno es la primera vez que va a la ciudad, casi recomendaría la visita panorámica); en Sicilia, si se para en Messina, recomiendo contratar un taxi (regatead) para visitar Taormina (no hay autobuses frecuentemente y el tren deja en Guardini Naxos); en Dubrovnik, se puede ir andando desde el puerto (una media hora caminando); en Malta, si sólo queréis ver la Valetta se llega en veinte minutos a pie, para Victoriosa, tenéis autobuses desde la Valetta (si no recuerdo mal, unos 2 euros por trayecto) y para Mdina y Mosta, el regateo con un taxi suele ser la mejor opción; en Túnez, el regateo con los taxistas vuelve a ser la solución.
Si no habéis hecho un crucero nunca, yo os lo recomiendo.A a diferencia de los circuitos, llevas el hotel a cuestas, suelen tener muy buen servicio (las propinas obligatorias a final del crucero se dan de buen grado), tienes diversión asegurada y ya no son tan caros como eran antes. A ver si el año que viene, hay suerte y repito.

Tomando un té en Sidi Bou Said
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Y pase de "modelos" en las calles de Sidi Bou Said
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