martes, 2 de noviembre de 2004

Roma

Entre las excursiones, la animación, la discoteca, el cansancio y la mala conexión, finalmente he tenido que retrasar mis crónicas hasta que he regresado a Madrid.
La segunda etapa de nuestro crucero fue Roma, quizás la más agotadora de todas, ya que es una excursión de día entero y en la Ciudad Eterna siempre hay mucho que ver.
Llegamos muy tempranito (sobre las 7.30 de la mañana) a Civitavecchia, dónde nos esperaba el autobus que nos llevaría a Roma.
Primero, la panorámica, con parada en el Coliseo (había mucha gente para entrar...una pena porque es espectacular).
A continuación a la Fontana di Trevi (volví a tirar una moneda, a ver si regreso pronto a Roma), que sorprende porque casi todo el mundo se la imagina más grande, pero que es una gozada. A esas alturas, ya estábamos hasta el moño de cargar con el pic-nic que nos dieron (lástima que Paola se me adelantara para encasquetarsélo a un mendigo) y después de picotear un poco, acabaron en una papelera (y una vieja bruja romana empezó a meterse con nosotras...sería idiota).
Antes de ir hacia el Panteón de Agrippa, un heladito italiano (abuela, eso está de muerte) y al llegar, nueva sesión fotográfica y continuación hacia Piazza Navona. En el camino, nos cruzamos con una manifestación de trabajadores.
En Piazza Navona, a disfrutar de sus fuentes barrocas y de las compras a los vendedores callejeros. Nos dieron un tiempo libre para comer (algo escaso) y nos decantamos por una pizzeria en la misma plaza (algo más cara que en los alrededores). La verdad es que prefiero las pizzas de aquí (más masa y más queso) pero el Tiramisú estaba de muerte.
Después tocaba Vaticano y la verdad es que me sentó bastante mal que nos quitaran tiempo en Piazza Navona o para poder ir a los Museos Vaticanos, para llevarnos a una tienda carísima en la que la guía se llevaba comisión...
Uno puede ser creyente o no, pero hay que reconocer que el Vaticano es impresionante. Primero, la vista que se tiene de la Basílica de San Peitro desde la Via Conziliazone; después, la impresionante columnata de Bernini que parece que abraza a la plaza...
Y luego en el interior... cada vez que veo la Pietà de Miguel Ángel me entran ganas de llorar de la emoción que transmite esa escultura, el impresionante baldaquino de Bernini y sus columnas salomónicas, la tumba de Alejandro VII y la solemnidad que me inspira pasear por la nave central...
Me hubiera gustado tener más tiempo para poder regresar a los Museos Vaticanos o para poder visitar Castel Sant'Angelo, pero bueno, el tiempo no daba para más y tocaba regresar al barco.
En el camino, iba pensando en el suplicio que iba a ser tener que ponerme los tacones (tocaba cena de gala), pero fue menos de lo que pensaba.
Ducha calentita, peluquería y al cachondeo...después de la cena, espectáculo y más discoteca. La verdad es que nos reímos bastante, pues el grupo de chicas con el que he estado eran todas un encanto y unas cachondas mentales y no recuerdo si ese fue el día en el que empezaron a tocar a las puertas de madrugada y salir corriendo como niñas. Sé que fue el día en que una de nosotras "triunfó" y ligó con unos de los músicos de los Tres Latinos (que era una chaval majete de trato, pero con unas orejas de soplillo tipo Carlos de Inglaterra...) y con el ventrílocuo (que era bastante babosete) y nos echamos bastantes risas con el tema.
Si esta noche me da tiempo, empezaré a poner fotos de nuestras peripecias...

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